sábado, 29 de febrero de 2020

DEBEMOS DEJAR QUE EL ENTORNO SE AUTORRECUPERE POR SI MISMO

Durante mi infancia mi madre nos llevaba en verano a tomar un baño a la costa del barrio de Urdiales, que llamamos Ostende en Castro-Urdiales. 
 Al llegar mi madre colocaba la toalla en una gran roca, junto a ella las bolsas como podía porque estaba en cuesta y se echaba a tomar el sol. Mis herman@s y yo descendíamos de esa gran roca a otras más pequeñas hasta la pequeña cala que se formaba entre zona de rocas con arena natural . 
A esta cala la llamábamos El Arenal. Allí nos bañábamos o jugábamos con la arena. En ocasiones cerca de la orilla flotaba una franja de algas que el mar arrastraba hacia la costa. La gente llamaba a esta alga "caloca". Nosotr@s atravesábamos esta franja y nadábamos en la parte limpia de algas. 
A veces la marea subía hasta el muro que construyeron para que pasara el ferrocarril y nos bañábamos en el agua transparente que dejaba ver claramente el fondo de arena o de roca.

                              

Entre baño y baño correteábamos entre las rocas hasta la gran roca donde mi madre tomaba el sol. A veces permanecíamos allí observando en los huecos de la roca los pequeños pozos que la marea anterior o las olas habían dejado. En estos pozos de agua templadita por el calor del sol se movían quisquillas transparentes pequeñas. Por las grietas de la roca aparecían y desaparecían cangrejos grandes, medianos, pequeños y más pequeños que nosotr@s llamábamos carramarros. 
 Otras veces mi madre decidía quedarse en la calita de al lado, en la que todo eran rocas de mediano tamaño, la llamaban La Peña la Pulpe, no sé el origen de ese nombre pero metiéndote en el agua llegabas nadando a una roca que sobresalía y yo pensaba que de esa peña venía el nombre porque allí se pescarían pulpos, a los cuales nosotr@s llamábamos pulpes. 
 En esta calita para llegar al mar a darnos un baño debíamos andar entre rocas, no había dificultad para nosotr@s éramos muy hábiles andando o corriendo entre rocas, el problema era que debíamos sortear las medusas fuertemente pegadas a las rocas, que llamábamos "tetas". Algunas tenían unos tentáculos de color rosa que se movían cuando les alcanzaba la marea y otras eran redondas, blandas, húmedas. 
 Mi madre nos había enseñado que nunca debíamos pisar una medusa porque era muy doloroso y muy grave el daño que nos produciría. Nunca llegamos a pisar las medusas a pesar de que nos pasábamos el día correteando entre las rocas. También  había otro peligro y era el verdín pegado a las rocas que nos podía hacer resbalar. 
Con piedras desprendíamos las lapas pegadas a las rocas, las comíamos crudas y recogíamos caracolillos en un caldero con agua de mar que llevábamos a casa y mi madre los cocía.


En este lugar el agua limpia, clara, transparente dejaba ver un fondo rico de rocas y piedras. Por esta cala el mar penetraba, atravesando por debajo del puente construido para el ferrocarril, a otro lugar muy extenso lleno de piedras de menor tamaño y de diferentes colores, ocres, granates, grises... donde la marea llegaba más calmada, con más reposo y con poca profundidad. Este lugar se llamaba El Sable. 
Mi madre también tomaba el sol allí a veces y entonces el juego o la actividad para nosotr@s eran distintos. Recuerdo estar allí en las horas tempranas de la tarde, las tres o cuatro de la tarde, cuando casi no había gente, solo mi madre tomando el sol y una o dos personas más. Vuelvo a sentir las sensaciones que experimentaba mientras yo jugaba. El Sable cubierto de agua dejando apreciar a poca profundidad la multitud de piedras limpias de diferentes colores, dominando las de color ocre, el silencio que permitía oír el ruido de las olas rompiendo suavemente en las orillas o la luz del sol produciendo multitud de destellos en el agua. 
Desde la altura del puente la vista era espectacular, si mirabas a la derecha aparecían la Peña de la pulpe y El Arenal dentro de una gran extensión de mar recogida en forma de concha, si mirabas a la izquierda veías El Sable y seguidamente un lugar que contrastaba con el resto porque era cenagoso, de arena gris, marrón, verdosa mal oliente donde también penetraba el mar. Cuando estaba al descubierto la gente rebuscaba entre la arena la gusana, es decir el cebo para pescar. 
Desde el puente cuando era adolescente, me tiraba al pozo más profundo que se formaba debajo. Era una valiente porque la altura era considerable como para tener miedo a esa edad. 
                              
Muchas veces íbamos de comida. Mi madre después del baño de la mañana nos llevaba a un arbolado cercano a comer. Allí comíamos con más amigas de mi madre y sus hij@s. 
 Después de corretear y esperar las tres horas que nos obligaban nuestras madres para no sufrir un corte de digestión, bajábamos a otra cala que llamábamos Ostende como el nombre de toda esa costa. Para acceder a ella había que descender entre grandes rocas, pisar después cantos rodados, que llamábamos pitones, y rocas de menor tamaño.
De más mayor ya con amig@s me adentraba hacia el final de la costa donde se encontraban los restos del antiguo cargadero de mineral que transportaba el tren para cargar en los barcos. Cerca de allí había un lugar que llamábamos la piscina, porque era un lugar protegido donde se formaba una piscina natural. 
 En Castro-Urdiales había más zonas de baño entre ellas una playa de arena natural, la playa de Brazomar.

                          
                                               Foto publicada en el diariomontañés.es


Pero un día el Ayuntamiento decidió que en Ostende se debía hacer una playa artificial. Arrojaron sobre las calas toneladas de arena gris oscura de una cantera, matando la vida salvaje, tapando y ahogando la excepcional diversidad de rocas, plantas y animales, sepultando quisquillas, cangrejos, lapas, medusas, caracoles, gusana, algas... Solo quedó arena gris oscura y áspera sobre los maravillosos fondos de rocas y piedras marrones, grises, ocres..., sobre la arena natural y los cantos rodados. 
De ese modo la gente podía extender cómodamente la toalla sobre esa arena gris oscura. Las rocas son molestas, la vida salvaje es molesta, hay que suprimir lo que dificulta a la gente, lo que incomoda.
De repente casi 900 metros de costa quedaron sepultados bajo esa arena gris y áspera de la cantera. El sol ya no lucía igual. 

                             
A la izquierda, zona oeste de la playa de Ostende en una foto tomada por Foto Pérez en 1986, antes de ser ocultada por las toneladas vertidas de arena de cantera. A la derecha aspecto de la playa desde un lugar similar el 12 de mayo de 2018.  Fotografías tomadas del artículo publicado en diario.es "Bandera azul oscura casi negra" de Juantxu Bazán. 14/05/2018

En el año 2006 El Ministerio de Medio Ambiente reclama al Ayuntamiento los tramos de costa que eran de dominio público marítimo terrestre, pues caducaba el plazo de cesión que se había realizado en el 1976 al Ayuntamiento por 30 años. En donde estaba el puente el Ayuntamiento había construido un polideportivo y el Ministerio ordenaba su demolición.
El Ayuntamiento recurre, pero tanto la Audiencia Nacional como el Tribunal Supremo ratifican la decisión del Ministerio de Medio Ambiente, por lo que en 2010 se ordena su demolición y la recuperación de la zona que corresponde a dominio público marítimo terrestre. Sin embargo los partidos políticos pactan y con cambios de denominación de terrenos consiguen que no se derribe el polideportivo. 
La Política acaba al fin ganando a La Justicia y al Ministerio de Medio Ambiente. 
Mi esperanza está en la fuerza de La Naturaleza, con la que ningún ser humano puede y que algún día imponga su ley y recupere los espacios que le pertenecen. En mi infancia pude apreciar la fuerza y poder del mar. En esa época el mar rompió varias veces los muros que construyeron para el paso del ferrocarril. Todos los años el fuerte oleaje en invierno mordía un trozo de muro. No creo que puedan con ese poder y fuerza y espero que algún día la Naturaleza imponga su ley que es la más justa, recupere el espacio perdido y mis descendientes puedan disfrutar como yo lo hice en ese salvaje y maravilloso paraje.
No soy yo sola la que rechaza esta obra artificial, otras voces han escrito en contra también desde diferentes puntos de vista:  

 ... "La playa de Ostende es una playa artificial construida en 1986 (mientras se pensaba en la ley de Costas, que entró en vigor dos años después). Para ello se destruyó una de las ensenadas naturales más bellas del litoral cántabro formado por calas, pequeños arenales, pedregales, en los que los castreños hemos gozado bañándonos, pescando, y que era un criadero natural de todo tipo de especies que se dan en el sistema intermareal. La Dirección General de Costas de entonces con el beneplácito del Ayuntamiento, y sin apenas oposición popular (con la excepción de un grupo de vecinos y vecinas que lo intentaron todo en su discrepante soledad) decidió cargarse la ensenada echando 223.000 toneladas de arena de cantera, proveniente de las canteras de Santullán, es decir, mientras se destrozaba la Peña de Santullán. Una playa artificial que costó unos mil millones de pesetas...

...En el año 2011, Ecologistas en Acción le puso Bandera Negra a la Playa de Ostende. En la memoria se decía: “Se trata de una playa artificial formada a partir de áridos procedentes de la cantera de Santullán. El aspecto lechoso del agua se debe al hidróxido de cal y carbonatos cálcicos que componen estos áridos, que se extienden centenares de metros mar adentro, y cuya intensidad aumenta en proporción al movimiento del mar. A esta playa desembocan dos arroyos, el de Campijo y el del Chorrillo, que aportan aguas residuales por efecto de un urbanismo que los ha convertido en cloacas”. Hoy es más o menos parecido: los días en los que la mar está en calma, el color del mar adquiere un azul turquesa caribeño, mientras que los días en los que hay mar de fondo (la mayoría del año) las aguas adquieren un color lechoso  que identifica a este lugar."
     El diario.es Cantabria, Juantxu Bazán, 14/05/2018, " Bandera azul oscura casi negra"



                         Fotografía tomada del artículo publicado en diario.es Cantabria,
                           "Bandera azul oscura casi negra" de Juantxu Bazán. Foto de 2008