Es joven, pero le ha tocado mucho trabajar en la finca familiar y en el cuidado de los animales. En el verano ha trabajado en la recogida de arándanos, en jornadas extenuantes con mucho calor y con un sueldo vergonzoso en comparación a la eficacia de su trabajo y a las largas jornadas.
Está deprimido, no le gusta estudiar. Se incorpora a trabajar como peón de la construcción, trabajando 10 horas diarias y le pagan el sueldo mínimo mientras consideran que está aprendiendo. Le informan de que a partir de las 10 horas comenzarán a pagarle esas horas de más, como extras, pero no sabe cuánto. Es decir que la jornada legal de ocho horas pasa a ser a criterio del empresario a diez horas.
A él le interesa conservar el trabajo, se esfuerza en hacerlo bien y llega muy cansado a casa, pero está contento. Al fin puede sentirse útil, puede tener su dinero, no ser una carga en casa y ayudar económicamente porque se necesita.
El empresario recibe muchas ayudas y bonificaciones por contratar a jóvenes y alardea de que le gusta formarlos. Su familia está contenta, no se cuestionan las condiciones laborales, dicen:" Es lo que hay".
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